Un manual del meditador : cómo desatar nudos

Abstract

Llegamos a Bombay alrededor de las 7 de la tarde después de un vuelo desde Dubái. Nuestros amigos nos esperaban en el aeropuerto para llevarnos a comer a su restaurante favorito. Fue una tarde muy agradable. Mi esposa Anne no se sentía bien, así que se fue a casa a descansar. Los demás seguimos con lo planeado. Pese al tráfico agobiante, fue una tarde tranquila. Después de pasar 45 minutos en medio de atascos, cuando llegamos al restaurante nos encontrábamos renovados y de muy buen humor. Fuera había una enorme fila de personas esperando una mesa. No importaba el calor, o los mendigos que merodeaban a nuestro alrededor mientras esperábamos. A pesar de todos los inconvenientes, nos sentíamos realmente alegres. Así continuamos toda la tarde. A la mañana siguiente desperté con un sentimiento similar de bienestar. Caminé hacia el salón, donde Anne y nuestra amiga se encontraban tomando un té. Al sentarme me dieron la noticia: “Goenkaji murió anoche a las 22.40h”. Inmediatamente el mettā comenzó a fluir, no tuve que hacer nada. Decidimos meditar e ir a su casa para presentar nuestros respetos. El ánimo apacible de la tarde previa continuaba, pero ahora acompañado de este mettā. Cuando llegamos al edificio era obvio que la gente había estado despierta desde muy temprano preparándolo todo para recibir a una multitud de gente. Como llegamos temprano, alrededor de las 10.30 de la mañana, solo había entre 50 y 60 personas. La habitación estaba muy tranquila y la gente presentaba sus respetos sentada en sillas o en el suelo, sobre alfombras de algodón. Todos parecían tranquilos y apacibles. Algunos estaban obviamente

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meditando. Eran un ejemplo de lo que Goenkaji había enseñado toda su vida. Subimos en ascensor desde la gran sala de espera en la octava planta hasta la treceava, donde Goenkaji y su familia vivían. Yacía en un féretro de cristal. Esta sería la última vez que vería al hombre que cambió mi vida. Yacía allí cubierto simplemente por un chal. Presentamos nuestros respetos, mientras el mettā continuaba fluyendo. Nos enteramos por los miembros de la familia que mantuvo su buen humor hasta el final, y que su muerte fue tranquila y sin incidentes. Estuvo todo el tiempo rodeado por su familia. La razón por la que he escrito este libro es, esencialmente, para ayudar a otros de manera similar a cómo él lo hizo conmigo. Él me condujo al camino del Dhamma y me inspiró a hacer cosas que nunca pensé que podría hacer en la vida. No he alcanzado altos niveles de sabiduría interna, pero he hecho lo que he podido gracias a Goenkaji y a otros que he ido encontrando al recorrer este camino. Me siento muy agradecido por ello.